20.9.05

Las hormigas matan por dentro

De un año para otro el ciruelo de mi casa se secó. Era octubre y ya todos los árboles habían tirado sus primeros brotes y estaban “reverdeciendo” decía mi viejo. Pero el ciruelo seguía ahí con las ramas secas como si no se hubiera dado cuenta que tenía que echar hojas. Un día, mi viejo le pego un hachazo y empezaron a salir miles de hormigas, que habían hecho miles de canales adentro del cuerpo del ciruelo. ¿Cómo puede ser pensaba yo? ¿Cómo no nos dimos cuenta? lentamente las hormigas habían invadido cada extensión y devorado cada entraña del maltrecho árbol, día a día, estación a estación, sin que nos diéramos cuenta, sin pausa. Sólo hubo que empujarlo un poco, para que su brazos dieran contra el piso y se quebraran; y millones de hormigas empezasen a salir por todas partes. Me quedé ahí viendo las hormigas, pensando “pobre ciruelo”, mi viejo me vio triste y me dijo “es así, las hormigas matan por dentro”.

Diez años después fue que sentí que Laura me echo la primer hormiga, un viernes a la noche que la invité a comer ñoquis, tomamos vino y nos besamos, en ese instante pude palpar como de su lengua se traspasaba la primera reina para hacer colonia en mi cuerpo. “Se te ve bien desde la separación con Laura” me dijo un amigo; “las mujeres matan por dentro” quise decir mientras sentía como una mandíbula me arrancaba alguna parte más del tronco y repercutía en todas mis ramas.